Presintiendo que algo iba mal, Finnick le puso la mano en la frente y sintió que le ardía. Sin tiempo que perder, pidió que Noah la llevara a casa lo más rápido posible y llamó al médico de cabecera. Tras recetarle algunos medicamentos para la gripe y la fiebre, el médico le aconsejó que durmiera un poco.
Después de que ella se durmiera, Finnick instruyó a Noah con una expresión ensombrecida:
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