—¡Maldita sea! —Jake maldijo. Sus ojos ardían de deseo cuando vio la mirada lujuriosa de Megan. Su cuerpo la anhelaba, pero su racionalidad aún lo limitaba.
De repente, se tensó al oír los pasos que se detenían justo fuera del salón privado. Sin perder tiempo, levantó el mantel y se metió bajo la mesa con ella.
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