Finnick inspeccionó el lugar para el que se había levantado temprano, y su corazón se hinchó de repente de orgullo por sí mismo. Los pétalos de flores estaban esparcidos por todo el suelo y las luces de hadas que colgaban de los árboles daban a todo el parque un ambiente de ensueño.
Algunos peatones se pararon en seco al ver el bello espectáculo, preguntándose qué tipo de acontecimiento estaba a punto de ocurrir. Al cabo de un rato, pensaron que de seguro se trataba de algún pez gordo intentando complacer a su mujer. Aquellos a los que les picó la curiosidad se quedaron atrás para participar, esperando la llegada de la protagonista femenina.
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