—¿Oh? ¿Aburrida? Entonces hagamos algo divertido, ¿eh? —susurró Finnick antes de mordisquear el lóbulo de su oreja.
El cuerpo de Vivian se estremeció por sus tentadoras acciones, pero recordó que en ese momento estaban al aire libre y no en su habitación. De ahí que la racionalidad la impulsara a apartarlo, pero, por supuesto, Finnick siguió sin inmutarse. El aire se llenó de tensión sexual y las cosas empezaron a intensificarse entre ellos, pero cuando una voz inocente llegó a sus oídos, el hechizo se rompió.
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