Como las enredaderas solo podían crecer en ciertos tipos de suelo y ya se habían marchitado, Viviana no pudo revivirlas por más que lo intentó. Lo único que pudo hacer fue sentarse en las escaleras de la puerta de la casa y llorar sin control cuando las empleadas domésticas volvieron a tirarlas a la basura.
Se sintió inútil por no poder salvar las enredaderas, se enojó cada vez más y se pasó los días siguientes deprimida en la escuela. Se puso tan mal que ni siquiera la ausencia de Emilia fue capaz de hacerla sonreír un poco.
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