Los ojos cerrados de Basilio se abrieron de golpe en el momento en que Alexandra salió por la puerta. Una intensa hostilidad e impaciencia llenaron su mirada mientras arrancaba la aguja del gotero y la dejaba caer al suelo. Al instante, la sangre brotó de su brazo como un grifo. Sin embargo, no sintió nada.
«¡Marlene Zúñiga!».
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