Como Sebastián dejó en claro que quería a Alexandra se fuera de Puerto Avén, el guardaespaldas no tuvo más remedio que hacer lo que le pedían. Después de arreglar las cosas con él, Sebastián volvió a subir las escaleras y se preparó para el trabajo. Justo cuando estaba a punto de salir de su habitación, su móvil volvió a sonar. Se quejó y lo tomó.
—¿Qué pasa? —preguntó impaciente.
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