Leonardo era un buen chico. Cuando vio que Salomón, que les estaba ayudando, se quedó parado sin hacer nada, se apresuró de inmediato a ayudarlo con el equipaje. Salomón apretó los dientes, pero al final consiguió tragarse su furia.
—No hay problema. Puedo llevar la maleta yo mismo. Leo, mañana tengo que ir a casa del Señor Ríos con tu prima. ¿Te parece bien si te quedas aquí y descansas?
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