—Seguí a estos tipos hasta aquí. Señor Heredia, ¿pasó algo durante su viaje a la ciudad hoy? —preguntó Diego mientras arrojaba al suelo los objetos que les había quitado.
«Una jeringa llena de anestesia, un rollo de cuerda y dos pistolas con silenciador con un intrincado diseño... ¿Estos hombres están aquí para matarme? No, Salomón no se atrevería a ir tan lejos todavía. Además, ¡debería saber que no tiene lo que necesita para matarme!». Sebastián entrecerró los ojos al pensar en eso.
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