Sebastián se quedó perplejo. La última frase le pareció una llamada de atención. Su rostro palideció de repente y aflojó el agarre de la pistola. Nunca lo había pensado de ese modo, pues la venganza lo había cegado últimamente. Aparte de la venganza y la eliminación de los Junco, no había pensado en nada más.
«¿Moriría conmigo? ¿Es posible? Teniendo en cuenta lo testaruda que es, no puedo descartar la posibilidad de que eso ocurra».
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