—Si fueras tú, ¿serías capaz de aquietar tu mente? Tus hijos y tu familia están siendo controlados por otros, e incluso tu propia libertad ha estado restringida. Todo lo que puedes hacer es sentarte y esperar como un perdedor en un lugar como este. ¿Puedes mantener tu mente quieta en tales circunstancias?
—Sí puedo. Si no, no habría podido permanecer aquí durante las últimas décadas —dijo el viejo monje con una sonrisa.
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