«¿Para qué sirven todos estos?». Aunque sonaba terrible, Salomón tuvo que admitir que Alexandra tenía razón. Esos planes se formaron a partir de los retorcidos susurros de su delirante corazón.
Sin mediar palabra alguna, Salomón midió otra dosis de medicación para sustituir la que Alexandra había barrido de la mano de la enfermera ese mismo día.
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