Sebastián se detuvo en el aire cuando su mirada preocupada se posó en el niño que estuvo buscando durante la última hora. Los ojos de Juan estaban llenos de lágrimas y su nariz estaba roja.
La mano de Sebastián bajó poco a poco y la culpa brotó en su corazón. Sabía que no debería arremeter contra Juan sin motivo. El niño no hubiera huido si no hubiera perdido la calma.
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