—¡Detente! —El fuerte grito vino del hombre que había estado con la vista en el arma hace un momento, e hizo que Alexandra saltara asustada. Cuando recobró el sentido, se dio cuenta de que su mano, que había alcanzado la caja, estaba agarrada por él—. ¿Qué haces? No te muevas. Esto es una bomba. ¿Qué clase de lugar es este? ¿Por qué está esto aquí? ¿Quién es el viejo monje? ¿Por qué pondría cosas como estas aquí?
—¿Qué?
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