Sebastián y los dos niños no pudieron evitar sentirse divertidos al ver a Alexandra huir de ellos con las mejillas sonrojadas. Mateo volteó a ver a su papi y se sorprendió al ver que su sonrisa era tan grande que habría tenido que dividirla en secciones para hacerla pasar por una puerta.
—Papi, ¿soy un buen niño?
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