No sabía qué hacer. Mirando al hijo enfermo en sus brazos, sintió que crecía en él una ola de ira y amargura. Esa furia se intensificó cuando vio la foto de Alexandra junto a un hombre con lentes en una ciudad elegante. «¿Cómo puedes ser tan cruel, Alexandra? ¿Solo piensas en los Gavira y los Negrete? ¿Qué hay de nosotros? ¿Qué pasa con tus tres hijos de carne y hueso? ¿No significamos nada para ti?».
Alexandra tuvo un día fructífero. Estaba sorprendida de que Andrés le hubiera pedido que volviera a trabajar después de la humillante confrontación del día anterior. Además, también le entregó un lucrativo contrato que le permitiría ganar más de un millón. Era increíble, pero decidió no pensar demasiado en ello. Al fin y al cabo, tenía la comisión en la mano.
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