Al ver eso, Sabrina solo pudo lanzarle una mirada a Edmundo antes de ayudar a Alexandra a buscar por ahí. Sin embargo, lo que no esperaba era encontrar toneladas de cosas al azar en la habitación que suponían que era el dormitorio del viejo monje.
Esas cosas al azar incluían lápices de labios antiguos, escritos pervertidos y narcisistas con una letra algo pulcra y ropa moldeada en una caja de madera. Esa ropa era pequeña y parecía destinada a los niños.
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