Al final, Demetrio acordó en hacerlo. Él, como todos los demás, sabía lo buena cocinera que era Camila y como su abuelo, Jacinto, en verdad disfrutaba su cocina. Por ende, no pensó que había algo raro en llevarla hasta allá.
Lo que no sabía, sin embargo, era que las mujeres dejaban de sonreír en cuanto se giró y se fue con el niño.
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