—No se trata de si quiero volver, pero... ―Alexandra fumaba cuando cayó en la cuenta. Incluso sus dedos temblaban―. ¿Por qué quieres volver a Puerto Aven? —preguntó con voz temblorosa; sus ojos enrojecieron.
El corazón de Sebastián dio un pequeño salto y levantó la cabeza con rapidez. Cuando estaba a punto de explicarse, vio que las lágrimas corrían por las mejillas de Alexandra.
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