—Estoy en casa… Oh, espera. Estoy en la residencia de la familia Gavira. Ven rápido. Te esperaré.
Alexandra colgó, estaba alegre. Vería a su padre después de tantos años, ¿entonces cómo podría no estarlo? Además, el tiempo era perfecto. Todo se acababa de calmar. Era como si Dios lo estuviera haciendo a propósito.
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