El niño no estaba asustado. En la Familia Heredia, la única persona que podía hacer lo que quisiera sin castigo ni restricciones, era Juan. Su tía no era nadie para él. Una vez que algo lo ponía nervioso, no le importaba, incluso si tenía que decírselo a su abuelo.
A Sabrina nunca le pasó por la mente que su sobrino la atacaría de repente de esa manera. No esperaba que un cenicero llegara volando directo hacia ella golpeándola en el brazo con un ruido sonoro.
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