Las dos damas bajaron por fin diez minutos después. Cuando Sebastián las vio, se adelantó para tomar la mano de Alexandra y la condujo de vuelta al auto. En cuanto a Edmundo, aunque se negó a tomar la mano de su mujer, la esperó delante del auto. Para su sorpresa, a Tatiana parecía que su alma abandonó su cuerpo cuando bajó. Intentó llamarla varias veces, pero no obtuvo respuesta.
—Tatiana, ¿qué te pasa? ¿Por qué no respondes?
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