Al final del día, no era nada más que un hombre ordinario. Los rumores decían que era un padre desalmado, incluso después de la muerte de Salvador. Pero, la verdad, nadie sabía que había pasado mucho tiempo lamentando la muerte de Salvador en su estudio, por lo general, durante noches completas. Por eso, estaba en especial deleitado al ver a los tres niños.
Con respecto a si se refería a Sebastián o a Salvador cuando hizo su comentario, era imposible saber.
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