«Puedo entender los primeros tres criterios, ya que demuestran la virtud, cultura y habilidad de bordado que las mujeres de esta tribu deben aprender, pero, ¿adivinación? Eso es un poco difícil de creer. Digo, ¡eso es brujería como tal! ¿Las mujeres de esta familia real son tan intensas que incluso deben saber cómo predecir el futuro?». Esa idea alborotó la curiosidad de Regina y dedicó toda su atención a lo que iba a pasar sobre el altar.
El sumo sacerdote caminó, entonces, hacia las tres chicas y les dio un pañuelo grande y rojo. A juzgar por lo delgada que se veía el pañuelo era probable que fuera de seda de alta calidad.
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