Alexandra no estaba segura de cuánto tiempo estuvo en cuclillas llorando en la parada del autobús, pero en algún momento, la ligera lluvia se convirtió en un aguacero y la empapó por completo. Al verla, alguien se acercó de forma rápida.
—Señorita, ¿está usted bien? Hace mucho frío aquí y además llueve. ¿No quiere ir a casa?
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