Rugiendo hacia él, Salomón tuvo el impulso de aplastar la cabeza de Sebastián con una botella de cerveza.
«¡En realidad es un loco! ¿Cómo puede alguien así salir de la cárcel? ¿O incluso ocupar un puesto tan importante? ¿Acaso la gente que le apoya está ciega?». Después de gritar un par de veces, Sebastián parecía salir de su rabia. Mirando a la mujer que se ahogaba frente a él, se congeló por un momento.
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