—Juliana, te volviste muy atrevida. ¿Cómo te atreves a venir a la Hacienda Oceánica y abofetear a alguien? ¿Crees que los Junco se quedarán callados solo porque trajiste a toda tu familia?
Alexandra hervía de rabia, pero su rostro estaba tranquilo. Se limitó a mirar a Juliana mientras pronunciaba sus palabras poco a poco. Tan pronto como habló, todo el salón se alborotó.
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