«¡Es demasiado horrible! ¿Es un fantasma? Lo escuché bajar las escaleras hace un rato. ¿Cómo es que ahora aparece fuera de esta habitación? ¿No se da cuenta de que podría provocarme un ataque al corazón?».
La mente de Alexandra se quedó en blanco. Sebastián estaba de pie fuera de la puerta y la miraba fijo. Su expresión era aterradora, como si se estuviera gestando una violenta tormenta. Sin embargo, le pareció extraño que no hubiera ninguna otra emoción en su rostro.
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