Cuando Sebastián volvió a despertarse, ya era el día siguiente. La mañana en las montañas era tranquila tras el regreso de la paz. La brillante luz del sol brillaba en el bosque y los pájaros volvían a cantar sus alegres canciones. Las flores silvestres salpicaban la tierra y su fragancia llenaba el aire. Era como si no hubiera pasado nada el día anterior. Sebastián estaba aturdido. Cuando abrió los ojos para ver el techo de madera, se perdió en sus pensamientos.
—¿Por fin te despertaste?
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