—Señor Augusto, ¿vale la pena todo esto? Ella nunca será suya, no en esta vida.
Sentado donde estaba, Salomón dejó de comer. Se sintió como si le hubieran apuñalado de nuevo en su corazón lleno de cicatrices. Cada vez que se le recordaba la cruel verdad, podía sentir cómo se le desgarraba el corazón, sin embargo, podía hacer muy poco al respecto.
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