—¡Guau! —Cuando vio a Juan y Mateo, sus ojos brillaron. Incapaz de contener su emoción, comenzó a arrastrarse hacia los niños.
Después de pasar tanto tiempo en la prisión, ni siquiera podía caminar bien y prefería arrastrarse a caminar. Por muy brillantes que fueran, ningún niño ordinario podría soportar una escena tan horrible. En consecuencia, empezaron a llorar a pleno pulmón:
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