«¡De verdad tiene ganas de morir!». Nadie se percató cómo fue que Sebastián lo hizo, pero una silla fue lanzada directo hacia la cabeza de Rogelio en un abrir y cerrar de ojos. Con un fuerte golpe, Rogelio colapsó en el suelo junto con la silla. «¡Demonios! ¡Esto es brutal! ¡Él es mucho más violento que nuestro jefe!». Todos quedaron perplejos al ver lo ocurrido.
Sin embargo, lo peor estaba por llegar. Justo después de lanzar la silla, Sebastián tomó al azar un cuchillo del plato de fruta que estaba en el escritorio. Con él, comenzó a cortar los dedos de Rogelio uno por uno.
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