—¿No pensé en vengarme de ella? Es tu hermana, por el amor de Dios. ¿Qué puedo hacer? ¿De verdad debería enviarla a prisión? Si lo hiciera, ¿cómo voy a explicárselo a tu padre o incluso enfrentarme a él?
Colgando la cabeza, reprimió la amargura que brotaba en su corazón. En realidad, ya se sentía mucho mejor. No podía negar que estaba encantada de que Sebastián la defendiera al final. Más que cuando Federico la apoyó. Ella era así de inocente. A pesar de sus repetidos intentos de herirla y empujarla al abismo, todas las defensas que puso contra él se tambalearon en el momento en que él le mostró algo de preocupación.
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