Aunque el padre de Susana había fallecido, ella no podía contar con su madre para tomar ninguna decisión para su gran día. Al ser una chica de veintidós años, jamás había vivido grandes momentos de la vida como aquél, sino que tenía que afrontarlo todo sola. Podía imaginarse lo nerviosa y perdida que estaría, aunque fuera inteligente.
—Susana, ¿qué pasa? No pareces estar de buen humor.
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