—No te preocupes. Vinieron para pedir agua —explicó Crisóforo, el anciano—. Les serviré un poco ahora. Bien, cariño, ¿dónde dejé la miel que recolecté en las montañas? ¿Dónde la guardamos?
—Está en el armario. —Beatriz, la anciana, respondió con debilidad.
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