El corazón de Alexandra latía con fuerza. La primera vez que vio a Sebastián había sido hace cinco años, el día de su boda. Al día siguiente, la dejó. Nunca lo volvió a ver y mucho menos había puesto un pie en su casa en Bahía Frontera.
Alexandra podía recordar al pie de la letra sus tiempos en la residencia Heredia. Sabía que Sebastián tenía otras propiedades, pero tenía miedo de meter la nariz en su negocio. Ella nunca trató de preguntar por él o mencionar su nombre por temor a que él supiera que ella había fingido su propia muerte. El viaje por la memoria le hizo darse cuenta de que su vida en ese entonces era una vergüenza. Le pareció irónico poner un pie en Bahía Frontera justo en ese momento después de cinco años.
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