—¿No tienes miedo a morir? —preguntó Homero al apuesto joven.
Teo le devolvió la mirada sin decir nada. Su rostro estaba herido, pues además de recibir un puñetazo en el abdomen en la planta baja, fue golpeado en la cara. Por ello, un reguero de sangre resbalaba por la comisura de sus labios. Sin embargo, los labios de Teo se movieron al escuchar la pregunta de los labios de Homero.
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