Los sonidos de la televisión no cesaban. Los soldados llevaron la urna, que tenía una bandera envuelta, por el plano. A cada paso que daban, la voz de la locutora se volvía más agitada. Era como si quisiera grabar el nombre de este héroe en los corazones de la audiencia.
Sabrina no podía escuchar nada más que un zumbido en sus oídos. La pequeña urna con una bandera roja era lo único que podía ver.
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