No se sabía cuánto tiempo había pasado y justo cuando Susana estaba casi sin aliento, el chico por fin aflojó su agarre sobre ella.
Era el comienzo del verano. Miles y miles de estrellas brillaban sobre sus cabezas, sin que la noche sin nubes lo impidiera. La multitud que se agolpaba en el aeropuerto de la ciudad llenaba sus oídos de ruido. Sin embargo, mientras los dos se encontraban a unos metros de distancia frente al auto, parecía que eran ajenos a todo lo que los rodeaba.
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