—¿Eh… qué? ¿Qué dijiste? ¿Yo? ¿Pánico? Solo me tropecé, ¿qué te pasa? —preguntó mirando a Sebastián con ojos suplicantes, esperando que la dejara ir.
Para su sorpresa, este truco a prueba de fracasos fracasó esa vez. El hombre la tomó por el cuello y la azotó contra la pared, forzándola a quedarse quieta.
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