Jacinto estaba por completo horrorizado por la presencia del joven que tenía delante. Sebastián no tenía ni treinta años, pero era capaz de manipular a los demás para que bailaran a su son. Además, lo que más le horrorizaba era el hecho de que no podía entender la forma en que Sebastián había eliminado a Celso sin que los demás se dieran cuenta.
«¡Salvador ni siquiera está a la altura de su hijo cuando se trata de conspirar contra sus enemigos! Si no puedo cultivar su talento para una causa mayor, ¡debo eliminarlo por el bien del país!».
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