—¿Una puerta? ¿En verdad armó una puerta? —exclamó Herminio. El hombre mostró una expresión de asombro excesiva en el móvil.
En efecto, Juan acabó por armar su rompecabezas en forma de puerta. Es más, era una puerta demasiado sencilla, con un marco rectangular. Estaba desnuda por dentro. No había nada en absoluto, pero mientras Sebastián miraba el cuadro, intuyó de repente que el espacio vacío albergaba un estrecho camino sin final a la vista. Era oscuro y misterioso, hacía que uno se sintiera demasiado incómodo.
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