Alexandra se quedó con la boca abierta mientras miraba al Director del departamento jurídico, sintiendo que se le acababa de helar la sangre. Se quedó inmóvil, sin poder pensar.
«¡Así que esta es la verdad!». Para enfrentarse a esa mujer despreciable, pensó que lo más inteligente era darle un CD al azar. Nunca pensó que se dispararía a sí misma en el pie al hacerlo, pues en lugar de eso, regaló la verdadera cinta.
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