En ese momento, el rostro de Jacinto no mostraba ninguna emoción. No obstante, a Sabrina no podía importarle menos lo que otros pensaran de ella. Después de que por fin derrotara a todos esos hombres, saltó hacia el hombre en la cama y lo abrazó con fuerza.
—Sebastián, ¿cómo te sientes? No te preocupes, estoy aquí. No dejaré que nadie te moleste más. Estoy aquí para llevarte a casa. —En ese momento, Sabrina vio la apariencia pálida de Sebastián y su cuerpo cubierto de heridas. Sintió un cuchillo apuñalarle el corazón en lo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Inclinó su cuerpo, tratando de levantarlo.
Obtiene más cupones de libro que los de la appRecargar
Ir a la app de Joyread
Sigue leyendo más capítulos y descubre más historias interesantes en Joyread