—E…Ellos fueron los que dieron el primer paso acercándose a mí. Según ellos, de seguro me dejarías la herencia si le ocurriera algo a Sebastián. Por eso acepté confabular con ellos —tartamudeó Esteban y señaló a los miembros del Consejo de Ministros con su dedo tembloroso.
Sus palabras resonaron como un trueno para todo el mundo, se golpeó la Sala del Congreso una vez más. Esta vez, todos los presentes en la Sala del Congreso se limitaron a mirar con perplejidad a los miembros del Consejo de Ministros. Al parecer, sus sentidos se habían impuesto a los abrumadores momentos anteriores y sus mentes se volvieron blandas desde entonces. «¡Dios mío! ¿Lo peor está por llegar?».
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