—¡Mami! —La voz de Mateo resonó con fuerza en la sala.
—¡Mateo! ¡Mi dulce niño! —Alexandra lo abrazó con fuerza mientras pronunciaba su nombre, con la voz casi rota por las lágrimas. No podía creer que volviera a tener a su hijo en sus brazos justo cuando pensaba que lo perdió.
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