Juan se limitó a observar cómo Susana encendía el fuego. Sopló sobre las brasas ennegrecidas hasta que las llamas rojas comenzaron a aparecer poco a poco. De repente, se escuchó un crujido mientras el fuego ardía y escupía chispas. La mente de Susana se quedó en blanco. Antes de que pudiera reaccionar, una mano se puso delante de su rostro para protegerla y sintió que la tiraban hacia atrás.
Todo sucedió tan rápido que Susana aún estaba aturdida después de ser arrastrada hacia atrás.
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