Como Sebastián estuvo ausente del trabajo durante unos días, se puso en modo de sobrecarga en cuanto entró en su oficina.
Estaba tan ocupado que Lucas no se atrevió a molestarlo en lo más mínimo. Sin embargo, no tuvo más remedio que llamar a la puerta de Sebastián cuando recibió el mensaje de Horacio. Los rayos del sol de la mañana brillaban a través de la ventana, arrojando un resplandor radiante sobre el escritorio de Sebastián, donde tecleaba en su ordenador portátil.
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