Como era de esperar, la segunda persona murió al siguiente disparo. Cuando eso ocurrió, la gente del auto por fin recobró el sentido. Al instante, comenzaron a gritar de horror. El único traficante de armas que quedaba, junto con los otros dos que lo acompañaban, se acobardaron y se cubrieron de prisa la cabeza con las manos. Los ojos de Demetrio se entrecerraron al ver aquello. Sin embargo, el tercer disparo siguió.
¡Bang!
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