Fue drogado esa noche y las luces se apagaron cuando estaba tratando de forzarla, por lo que ella no logró vislumbrar su cuerpo.
Alexandra tragó saliva. Su torso húmedo brillaba a la luz, acentuando y halagando sus músculos bien formados. La manzana de Adán se balanceó mientras él hablaba, pero ella no escuchó nada. Estaba demasiado ocupada siguiendo las gotas de agua que goteaban por su barbilla y sobre su pecho.
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